sábado, 25 de julio de 2015

La jugarreta de Daaf. Segunda parte.

La luz del un sol rasante comenzaba a penetrar entre los barrotes de la ventana. Daaf abrió los ojos. Su habitación presentaba el aspecto de haberse sometido a otra intensiva noche de investigación. El escritorio, cerca de los pies de la cama, soportaba el peso de una montaña de libros, anotaciones y restos de comida, con un hueco liberado aparatosamente para dejar espacio a lo último que había estado haciendo. Más allá, en la pared opuesta, una estantería baja con objetos de lo más diverso, desde ingredientes de alquimia, alguna herramienta de aspecto misterioso, hasta plumas y tinteros vacíos. La mesita dedicada a la alquimia menor tenía un caldero que humeaba con los restos de alguna poción. Daaf se levantó, descalzo en el frío suelo de piedra, e ignorando todo su micromundo cruzó la habitación y se asomó a la ventana. Desde lo alto de la torre se podía apreciar la gran explanada verde hasta las primeras casas de la ciudad. Daaf entrecerró los ojos mientras observaba la colina que había cerca de la misma. Aún repasaba mentalmente una y otra vez el poema rúnico que le entregó el anciano Nux la noche anterior allí mismo, junto con algunas muestras de ingredientes extraños y una buena dosis de advertencias, la mayoría a su juicio inútiles y exageradas. Pero no importaba. Ya tenía la pieza que le faltaba. Pronto vería el fruto del trabajo de los últimos ocho meses. Y entonces...
Unos súbitos golpes en la puerta y una aguda voz de mujer lo sacaron de sus cavilaciones.
-¡Daaf! ¿Estás despierto? Abre, ¡tenemos un contrato!
La puerta se abrió sin más introducciones, y tras ella entró Leril como una tromba. Daaf suspiró. Le exasperaba el nervio que siempre tenía aquella chica.
-Vamos, tenemos que ir a la cima del acantilado a preparar un encantamiento de protección. ¡Venga vístete!
Daaf se encontró de bruces con la ropa que Leril le tiró mientras no paraba de dar vueltas por su habitación, curioseando de la manera que más le fastidiaba.
-¿Quién es el cliente? -gruñó Daaf mientras se ajustaba los pantalones.
-Un grupo de parroquianos de media casta. Mañana por la noche quieren hacer no se qué celebración de la luna, y tienen miedo de las bestias. ¡Ja! Por aquella zona no hay más que cangrejos de tierra y culebras. ¡Y les he sacado un montón! Se ve que se traen asuntos entre manos... ¿Qué has estado estudiando esta noche? -Leril reparó en la investigación de la noche anterior y se puso a cotillear- ¿Otra vez con las vinculaciones espirituales? Hace como tres semanas que habías acabado con esto. ¿Qué esperas encontrar?
-Nunca se sabe -dijo Daaf, ya terminando de ponerse las botas. Leril continuaba examinando sus notas.
-¿Y qué intentas con la alquimia? ¿no sabes ya que la energía espiritual nunca necesita procesos alquímicos? Puedes explotar, Daaf, ¿lo sabes? Vas a explotar. Algún día te estallará el caldero en la cara y yo me reiré sin parar...
Y como si ya hubiese ocurrido, Leril se puso a reír sin hacer mucho caso a Daaf, que ya le hacía señas para salir de la habitación.
Era agradable de vez en cuando sentir el frío aire de la mañana, ya que Daaf solía estar durmiendo hasta bien entrado el mediodía, tras toda la noche trabajando y estudiando. Como era costumbre, Leril le puso al día durante el camino sobre los últimos acontecimientos de su entorno, que eran las altas esferas de la ciudad.
-En el consejo se ha armado un buen revuelo -le contó-. Al parecer el pillaje está llegando al Barrio de Piedra y no saben a qué echarle ya la culpa. Ha habido un momento en el que cada uno decía una cosa y no se entendía nada...
-Bueno, hace años que hay pillaje, no creo que no se lo esperaran. Cada vez hay más impuestos en las zonas marginales, y esa gente aguanta poco sin armar revuelo por lo que sea.
-Total, el caso es que al final han decidido poner más guardias en los portones. Se van a quedar sin gente en los cuarteles... -contestó Leril, esbozando una media sonrisa. Siempre le había divertido ver cómo los demás cometían errores que después les pasaban factura.
-Ese atajo de vejestorios, o se traman algo, o alguien los tiene en el bote. No me extrañaría que fuese Tessum, o alguien como él. Se la tenía jurada a uno de los nobles, creo...
-Por cierto, hay noticias del Ilustre Magna -lo interrumpió Leril bruscamente-. Va a organizar una labor de exploración y necesita piromantes para abrir un portal al Plano de Cristal. Tú eras bueno con el fuego, ¿verdad? -Leril miró a su compañero y vio que no estaba-. ¿Daaf?
Daaf se había parado en seco. No podía creer lo que había oído. No en ese momento. Miró con energía a Leril antes de abrir la boca.
-No puede abrir un portal ahora. ¡Es el mes de la pulsación! Las vibraciones harán que la abertura se colapse enseguida.
-Pero él sabe sellos de ángel, Daaf. Puede abrir portales cuando quiera.
-¡No si es para el Plano de Cristal! Además, le hacen falta piromantes y no hay suficientes en el reino. ¡Es imposible!
-Daaf, cálmate. Es el Ilustre Magna. Por algo habrá decidido eso. Y lo que pide son voluntarios. Si no quieres, no le ayudes... anda vamos, tenemos un trabajo, ¿recuerdas?
Daaf se puso en marcha lentamente. Seguía impactado por la noticia. Después de todo lo que llevaba... ¿tenía que ser en ese preciso momento? Debía pensarse bien como podría sortear ese inesperado obstáculo.
El resto del viaje transcurrió en silencio. Cuando llegaron a la cima del acantilado, soltaron sus bolsas y empezaron a analizar el terreno y hablar sobre cómo realizar el encantamiento, sin mencionar de nuevo el tema del Ilustre Magna. Daaf sabía que Leril no entendía demasiado bien su reacción a la noticia, pero le daba igual. Se trataba de algo demasiado importante, y ella le conocía desde hacía siete años. No le molestaría más con el asunto.
-¿Cuánta zona tenemos que proteger? -le preguntó Daaf después de observar el suelo agachado.
-Nada, sólo esta parte de aquí -le contestó Leril señalando el punto más alto-. Son seis o siete los que vienen, y es para una sola noche.
-Vale, entonces... versos simples de protección, con, digamos... ¿tres entradas de flujo?
-Ponle dos, y si vemos que no se sostiene le añadimos la tercera.
-De acuerdo.
Y así, Daaf se separó un poco de su compañera e hizo una marca en el suelo, al mismo tiempo que ella. Sin embargo, antes de empezar su labor, miró a su alrededor un par de veces. Había algo que le inquietaba, pero no conseguía averiguar el qué, de modo que secretamente preparó un hechizo ofensivo en su mano izquierda antes de empezar con lo que había venido a hacer. Él y Leril estuvieron buena parte de la mañana recitando runas de rodillas junto a su marca, que de vez en cuando brillaba junto a los símbolos que aparecían y desaparecían en el aire según los iban pronunciando. Al mediodía hicieron una pausa.
-¿Cómo vas? -quiso saber Leril, sentándose a su lado.
-Ya he terminado casi todas las modulaciones. Ahora cuando volvamos al trabajo comprobamos si se sostiene -dijo Daaf mientras sacaba el almuerzo de su bolsa, el cual se trataba de un gran pedazo de queso y una hogaza de pan.
-¡Ja! -rió Leril al reparar en sus manjares- Sigues siendo tan especial para la comida. Con lo buena que está la que preparan en los refugios de punto infinito... tienes uno al lado de casa, ¿sabes? -y acto seguido sacó su almuerzo, que consistía en una serie de galletas rectangulares que parecían emitir un destello rojizo desde el interior.
-Soy de este plano, y como comida de este plano -le replicó Daaf, mirando con desdén las galletas-. Eso que comes puede provocarte un trasvase espiritual y dejarte repartida por varios planos.
-Y además están deliciosas. Deberías probar una. Es como si te estallaran en la boca -le dijo Leril, feliz, con la boca llena y sin hacer ni caso. Daaf la miró con seriedad y comenzó a comer de lo suyo.
Una vez terminaron la pausa, regresaron a la tarea. Decidieron comprobar antes la estabilidad del encantamiento para ver si debían abrir una nueva entrada.
-Échale un vistazo, yo creo que aguanta -le dijo Leril. Daaf extendió la mano y se concentró en las energías que habían colocado en la zona. Se encontraba tratando de discernir si su magia podría sostenerse, cuando de pronto, un rayo surgió de la nada y golpeó a Leril justo en el pecho. La chica salió volando unos metros y cayó justo al borde del acantilado, por el cual rodó y se precipitó al vacío. Daaf reaccionó de inmediato. Miró al lugar desde donde había provenido el rayo y soltó la carga de impacto que había mantenido hasta entonces. Una gran roca saltó en pedazos y de detrás de la misma apareció una figura que parecía estar cubierta por una manta rugosa. Algo aturdida por el impacto, pero con una agilidad pasmosa, le lanzó otro rayo a Daaf, que consiguió esquivar tirándose al suelo. Viendo su tentativa parcialmente frustrada, la figura misteriosa realizó algunos movimientos con las manos, los cuales Daaf no consiguió reconocer, y al momento pareció fusionarse con el aire hasta que desapareció emitiendo un estruendo. Daaf se mantuvo alerta unos segundos más desde el suelo.
-Maldita sea... ¡Leril! ¡Leril, dónde estás!
Daaf se levantó y se acercó corriendo al borde del acantilado. No pudo distinguir a su compañera. Entonces se arremangó el antebrazo derecho y se lo examinó un momento.
“No hay señal... sigue viva”, pensó con cierto alivio. “Habrá escapado de alguna manera...”. Se apartó del borde y respiró profundamente. El encantamiento estaba incompleto y no podía terminarlo sin Leril, pero ese problema había perdido todo el peso. Ahora debía averiguar el propósito de aquella figura misteriosa, su identidad y la extraña técnica que utilizó para escapar, por lo que se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a su torre a toda prisa.

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